Domingo, 11.10.20

Algerri – Barbastro. 62,57 km.

Hace sol pero la mañana es muy fría. Recojo la tienda con calma. Me siento en el porche de la ermita y me como unas ciruelas que compré hace unos días. Mi teléfono está sin batería. Despliego las placas solares sobre los bultos de la bicicleta. Ya bien entrada la mañana, comienzo a pedalear con las manos heladas. Alfarrás. Busco un lugar donde desayunar algo caliente. Disfruto de viajar sin prisa. Bar La Barretina. Me pido un café con leche y un bocadillo de tortilla con queso. Leo el periódico. En una mesa cercana unos jóvenes desayunan churros con café. Pienso que por el aspecto de no dormir, estaban en la rave de ayer noche. El camarero habla con otra persona mientras observan mi bicicleta cargada. Continuo la marcha y salgo del pueblo por una pendiente muy pronunciada. Tengo el bocadillo en la garganta. Un ciclista me pregunta hacia donde voy cuando me adelanta. Pedaleo entre campos de cultivo. El estruendo de dos disparos resuena por encima de mí cabeza. Decenas de pájaros alzan el vuelo. Un nuevo disparo silba sobre mi cabeza. Doy un grito en dirección al sonido. Un chico asoma por una colina con una escopeta en la mano. Le increpo a voces. Ni se inmuta. Sigo pedaleando recordando al cazador todos y cada uno de sus muertos. De esta guisa entro en Aragón. La carretera está llena de ciclistas a estas horas. Algunas personas cerca de sus casas recogen aceitunas. Esta es la época. Final de la larga recta. En Tamarite de Litera paro a beber un poco de agua y comer algunos frutos secos. Sigo pedaleando entre campos de frutales, olivos y huertos a rebosar. En Binefar busco una panadería. Me como un croissant de chocolate sentado en un banco en la plaza del pueblo. Salgo de la población y la autovía comienza a seguir mi pasos a mi derecha. La carretera ahora es solo para mí. El sol está bastante alto pero aún y todo el frío no diminuye. A ratos, la carretera serpentea junto a la autovía como si fuese una boa. Se levanta un poco de viento. A Monzón seis kilómetros. Como de Zumarraga a Legazpia, pienso. Sigo pedaleando y entro en la ciudad por una ancha avenida. En una gasolinera paro a tomar un refresco y descansar. Hablo con el dependiente un rato. Me guío por señales de tráfico y salgo de Monzón en dirección a Barbastro. Paso junto a una zona industrial. Un pastor sentado en una piedra mira un móvil mientras sus ovejas avanzan lentamente. En una rotonda grande paso al otro lado de la doble vía. La carretera sube y baja constantemente. Mi teléfono suena. Una amiga; Cristina, me llama para ver donde me encuentro. Ella está en una comida familiar. Hoy me acoge en su casa. Pedaleo contra el viento fuerte que se ha levantado. Por fin entro en Barbastro. Me dirijo al centro del pueblo. Tengo que hacer tiempo. Una churrería abre sus puertas cerca de donde estoy. Al rato, me encuentro sentado al sol con un gran cucurucho de churros calentando mis manos y mi estómago. Me llama Cristina. Minutos más tarde estoy con ella. Besos, abrazos. Mi amiga está en plena mudanza y le ayudo a descargar su furgoneta. Después subo mis cosas a la casa que se ha construido en un viejo palomar. Nos tomamos unas cervezas charlando un poco y poniéndonos al día. En un altillo sobre su habitación, colocamos un colchón que traemos de casa de su tía. Subo todos mis bártulos para tener todo recogido y me doy una ducha. Cuando estamos listos salimos a tomar algo por ahí. En el centro, quedamos con unas amigas y nos tomamos unas cervezas entre conversaciones y risas. Hace bastante frío en la calle ahora que anochece. Decidimos cenar por ahí y me llevan a una pizzería. Estoy hambriento. Siempre que viajo en bicicleta tengo un apetito voraz. Cenamos entre risas y bebemos algunas cervezas más. Nos retiramos finalmente a casa a tomar la última. Como he madrugado y llevo la mayor parte del día pedaleando me empieza a llegar la hora de dormir. Subo al altillo y me tumbo por fin a descansar. Hoy duermo en un colchón. Me encanta la sensación de dormir en el suelo con la esterilla. Pero después de unos días, tumbarte en un colchón es toda una recompensa. Aunque el viento por el momento parece que ha parado, fuera la noche es tremendamente fría. Entro en un sueño profundo.

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